La voz del silencio


Fragmento primero

Las presentes instrucciones son para aquellos que ignoran los peligros de los IDDHI
inferiores.
Aquel que pretenda oír la voz del Nada «el Sonido insonoro», y comprenderla, tiene que
enterarse de la naturaleza del Dâranâ.
Habiéndose vuelto indiferente a los objetos de percepción debe el discípulo ir en busca del
Rajá (rey) de los sentidos, al Productor del pensamiento, aquel que despierta la ilusión.
La Mente es el gran destructor de lo Real.
Destruya el discípulo al Destructor.
Porque:
Cuando su propia forma le parezca ilusoria, como al despertar, todas las formas que en sueños
ve.
Cuando él haya cesado de oír los muchos sonidos, entonces podrás discernir el UNO, el
sonido interno que mata el externo.
Entonces únicamente, y no antes, abandonará la región de Asat, lo falso, para entrar en el
reino de Sat, lo verdadero.
Antes de que el alma pueda ver, debe haberse alcanzado la Armonía interior, y los ojos
carnales han de estar cegados a toda ilusión.
Antes de que el alma pueda oír, es menester que la imagen (hombre) se vuelva tan sorda a los
rugidos como a los susurros; a los bramidos de los elefantes furiosos, como al zumbido
argentino de la dorada mosca de fuego.
Antes de que el alma sea capaz de comprender y recordar, debe estar unida con el Hablante
silencioso, de igual modo que la forma en la cual se modela la arcilla, lo está al principio con
la mente del alfarero.
Porque entonces el alma oirá y recordará.
Y entonces al oído interno hablará
LA VOZ DEL SILENCIO,
y dirá...

                                                                                                                                     Helena Blavatsky

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Voces de silencio
Se podría bien probar la existencia de este estado de alma por muchas citas de escritos que dejaron los santos de todos los tiempos. David dice así: «Me acuesto en paz y enseguida me duermo, pues tú solo, Yahvéh, me asientas en seguro» (Sal 4,9). San Pablo: «Paz de Dios que supera todo conocimiento» (Flp 4,7). San Juan: «Se hizo un silencio grande en el cielo, como de media hora» (Ap 8,1). Otros grandes santos de la Iglesia, San Dionisio y San Gregorio y muchos otros han escrito detenidamente a este propósito. Hagamos lugar a esta contemplación y apliquémonos a ella como advierte San Agustín: «Cuando Dios quiere actuar hay que esperar atentamente su operación».

Silencio de esperanza

Tales hombres oirán a Nuestro Señor que les enseña la dulzura y humildad y que su yugo es suave como la carga ligera. Yugo es algo de lo que se tira y arrastra. El padre celestial conduce y atrae a estos hombres interiormente, en su foro interno y externo, por muchas y espantosas pruebas y prácticas penosas. Todo esto es suave a estos hombres y todos los pesos les son increíblemente ligeros. El Padre puede atraerlos como quiera. Si deja caer golpes duros sobre ti, guarda solamente calmado silencio. El desea oprimir tus espaldas con su peso. Dice el refrán: «Si pierdes la cabeza has perdido la verdad». Pero calla. En esta carga que Dios te ha impuesto no ha querido que te corten la cabeza, como hicieron con los santos.
Podamos nosotros seguir y ver de tal suerte que nuestros ojos sean dichosos. Dios nos ayude.

Johannes Tauler





De "El Principio de la Materia". Clicar aqui



"Más que ninguna otra cosa, ama el silencio. Él te acercará a aquel fruto que la lengua es incapaz de interpretar para ti  Esforcémonos ante todo por callar y entonces, desde nuestro mismo silencio, se engendrará en nosotros algo que nos conducirá al silencio. Que Dios te conceda experimentar aquello que es engendrado por el silencio. Si, de hecho, emprendes esta forma de actuar, a partir de ella una gran luz desconocida se elevará en ti...
Tras un cierto tiempo, por el ejercicio de esta práctica, se engendrará en el corazón cierta dulzura; y esa dulzura impulsará gran vigor al cuerpo, para que persevere en el silencio. Muchas lágrimas son engendradas en nosotros a partir de esta conducta, en la visión maravillosa de algo que el corazón siente distintamente: a veces en el sufrimiento, a veces a través del asombro; (entonces) el corazón se empequeñece y se vuelve como un niño del que, poniéndose a orar, fluyen inmediatamente las lágrimas" (Col I. 65)


"El don de la humildad"
Isaac de Nínive


Como meditar (1 de 4)



2 · COMO MEDITAR (2 de 4)





2 · COMO MEDITAR (3 de 4)





2 · COMO MEDITAR (4 de 4)






"Cuando los labios están en silencio,
el corazón tiene cientos de lenguas"
                                                                    Rumi