"Más que ninguna otra cosa, ama el silencio. Él te acercará a aquel fruto que la lengua es incapaz de interpretar para ti  Esforcémonos ante todo por callar y entonces, desde nuestro mismo silencio, se engendrará en nosotros algo que nos conducirá al silencio. Que Dios te conceda experimentar aquello que es engendrado por el silencio. Si, de hecho, emprendes esta forma de actuar, a partir de ella una gran luz desconocida se elevará en ti...
Tras un cierto tiempo, por el ejercicio de esta práctica, se engendrará en el corazón cierta dulzura; y esa dulzura impulsará gran vigor al cuerpo, para que persevere en el silencio. Muchas lágrimas son engendradas en nosotros a partir de esta conducta, en la visión maravillosa de algo que el corazón siente distintamente: a veces en el sufrimiento, a veces a través del asombro; (entonces) el corazón se empequeñece y se vuelve como un niño del que, poniéndose a orar, fluyen inmediatamente las lágrimas" (Col I. 65)


"El don de la humildad"
Isaac de Nínive