José Ángel Valente




La poesía de José Ángel Valente: lugar del canto, lugar de nadie, lugar común



(...)BORRARSE.
Sólo en la ausencia de todo signo
se posa el dios.
De ahí quizá esa aspiración al silencio, esa necesidad de borrarnos: vacío del sentido y del sonido que hay en una buena parte de la mejor poesía moderna y que unos poetas llenan dejando de escribir, mientras que otros, en un esfuerzo que sin la menor ironía podríamos llamar heroico, lo hacen escribiendo tercamente en signos oscuros la necesidad de borrar los signos y a quien los escribe: el amanuense del dios y su mano.
Valente, en todo caso, optó por seguir grabando en palabras la aspiración al silencio:

Palabra
hecha de nada.
Rama
en el aire vacío.
Ala
sin pájaro.
Vuelo
sin ala.
Órbita
de qué centro desnudo
de toda imagen.
Luz,
donde aún no forma
su innumerable rostro lo visible.

Este poema de Material memoria, "Palabra", dedicado a María Zambrano, es seguramente el mejor ejemplo de cómo un poeta elude la tentación del silencio, que puede ser a veces una manera de abandonarse con elegancia a la facilidad del cansancio o de la indiferencia, diciendo lo que es casi un no decir, mostrando al borde mismo del silencio, ya en los arcanos del silencio, la palabra inane haciéndose desnudez, transparencia, vacío, nada: "cosa para andar en lo oculto", cosa de poesía y nada más. Y nada, y más… A este respecto ha dicho Valente en "Cinco fragmentos para Antoni Tàpies" en Material memoria: "Mucha poesía ha sentido la tentación del silencio. Porque el poema tiende por naturaleza al silencio. O lo contiene como materia natural. Poética: arte de la composición del silencio. Un poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio".
Este silencio oído, sonidos de silencio, emite señales en el trasfondo del poema escrito en la expectativa de que se borre toda palabra y todo signo para que entonces se pose el dios ahí: "ahí" que es "más allá", en ese lugar que es un desierto que es ninguna parte y huye de todas partes para que lo siga el canto errante en el silencio entrañable de la noche del alma donde para el dios, donde no amanece el cantor, porque todo canto está impregnado del silencio de la noche y el cantor anochece en cada amanecer: por eso no amanece el cantor.(...)

                                                                                                                         Américo Ferrari
Para seguir leyendo el artículo:   Agulha. Revista de cultura # 23 - fortaleza, são paulo - abril de 2002