De José Ant. GARCÍA-MONGE, SJ: La soledad madura (I).


Primera parte.

Título difícil el que me han propuesto para esta reflexión que quiero compartir con el lector. Se puede entender de muchas maneras: soledad madura como la soledad que genera madurez; soledad madura como una dimensión de la madurez o un espacio personal psicosocial pro-vocador de una posible respuesta y/o actitud madura… ¿Existen experiencias de soledad que constituyan una atmósfera propicia para un crecimiento personal? Para adentrarnos en la respuesta, primero tenemos que des-asociar «soledad» de «aislamiento, dolor, injusticia, desencuentro, fracaso»… Lo cual no es fácil, porque frecuentemente hemos asociado la palabra a esas realidades negativas para la persona. No voy a recordar esas aristas punzantes de la soledad, porque se contemplan en otros artículos de este mismo número y, por otra parte, son tan frecuentes en nuestras personas, en nuestra cultura, en nuestro modo de vivir o de morir, en toda la realidad de nuestro mundo, que no hay que bucear mucho para encontrarlas. Mi experiencia como psicoterapeuta me hace encontrar a diario soledades inhóspitas, amargadas, muy dolorosas, que la persona tiene que aprender a manejar adecuadamente y tratar de «amueblar» de alguna manera. En segundo lugar, me voy a fijar más en el nivel psicológico que en el nivel espiritual de una soledad interior HABITADA por Dios, experiencia liberadora y pacificante de fe: una soledad espiritual que forma parte del camino de seguimiento de Jesús y de la experiencia histórica del Reino. Mi cometido es más modesto. Tal vez muy naturalmente sencillo para algunas personas y demasiado complicado para la mayoría:
¿Cómo podemos vivir una soledad que, en vez de destruirnos, nos construya?

Soledad-Esteiro

Nociones

Soledad nos remite a la experiencia de estar solos, física, psíquica, existencial y psicosocialmente: ausencias, silencio, vacío, monólogos, nada, nadie…
Madurez nos habla de procesos de crecimiento en diferentes dimensiones de la persona, de la familia, de los grupos. No se correlaciona necesariamente con adultez, y puede generarse en aspectos intelectuales, emocionales, sexuales, laborales, espirituales, etc. del hombre o de la mujer.
El niño y el adolescente no pueden estar solos: necesitan el referente del grupo para negociar su identidad. El hombre o la mujer inmaduros no saben estar solos.

Soledad: dato e interpretación

La soledad es un dato de la vida. Tarde o temprano, nos encontramos con ella y en ella. Con sorpresa, con dolor o con paz: dependerá, en gran parte, de la interpretación que demos a la soledad y que nos demos en la soledad.
Nos guste o no, nuestra vida pasará por la soledad. ¿Cómo interpretamos esa situación? Simplificando: bien o mal; de un modo sano o de un modo insano; de manera inmadura o madura. La soledad, tal vez no buscada, pero encontrada, no por huir de los otros, sino por ir temporalmente en pos de la propia verdad, podemos interpretarla desde muchas y diferentes claves de lectura:
  • La soledad del antiguo «apestado», hoy «marginado».
  • Más positivamente, la libertad que con frecuencia conlleva el precio de la soledad
  • La verdad, cuyo susurro necesita el silencio de la soledad.
  • La responsabilidad a la que, en última instancia, nos conduce un sendero que transitamos muchas veces en soledad. ¿Cómo interpreto mi soledad?: oportunidad, riesgo, reto, valor, verdad, libertad, encuentro con la Fuente del Amor…

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