"Que tu lectura se realice en quietud, alejado de todo, estando libre de la excesiva preocupación por el cuerpo y del tumulto de las actividades, a fin de que produzca en tu alma un sabroso gusto, mediante comprensiones deliciosas que trascienden los sentidos y que el alma siente en sí misma cuando persevera en la lectura.
No tomes las palabras que provienen de la experiencia como si hubieran sido fabricadas por los mercaderes de las palabras pues de lo contrario permanecerás en las tinieblas hasta el fin de tu vida. Sin la ayuda de esas palabras en tus momentos de lucha, vacilarás como cuando es de noche; más aún, te precipitaras en una de aquellas simas que tienen apariencia de verdad. Esta será para ti la señal de que te hallas preparado para entrar en aquel lugar: cuando la gracia comience a abrir tus ojos hasta el punto de poder percibir una visión exacta de las cosas, y entonces tus ojos comiencen a derramar lágrimas, de tal manera que tus mejillas sean lavadas por su abundancia y quede aplacado el ajetreo de los sentidos, recogiéndose dulcemente en su interior. ¡Si alguien te enseñare algo distinto, no le creas!"
Isaac de Nínive
Santo de la Iglesia Ortidoxa(640-700)